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El latido

No hay latido.

Tres palabras, ínfimas y simples que, sin embargo, no llego a entender. No quiero comprender. Porque hacerlo es aceptar que ya no existe, que ya no es y que no será, aunque solo fuera un ente en mi mente, un nombre en un babero, una judía en la pantalla, un despertar cargado de náuseas.

De pronto se extiende un vacío, negro aguafuerte, que todo lo tiñe. Y, sin embargo, aún está allí, como esta mañana, al levantarme con media sonrisa, la cabeza entumecida y los pechos doloridos. El asco que me produce la leche caliente. Estaba allí y yo no sabía, no podía saber, no podía sentir, ni imaginar, ni predecir que ese corazón ya no latía, que no daba pequeños saltos, bum-bum. Ya. Paró y no sé cuándo ocurrió.

“No hay latido.”

Si pudiera detener el tiempo, aunque fuera en este instante cargado de vacío, me perdería en él. Porque ya no escucho esas palabras, raspado, legrado, reposo, meses, posibilidades. Un zumbido que se pierde. Me silban los oídos. Me cae el alma.

Ya no existe y yo lo siento, la siento, percibo, tejo un vínculo que va más allá de esa pérdida, de ese nombre sin cuerpo, de esa fecha sin futuro.

Dicen que me comprenden pero no es cierto. Nada lo es. Desde la soledad de una pérdida que solo yo entiendo, porque es mía, porque es algo que no fue, que no llegó a ser. Sin cuerpo no hay entidad. Sin rostro no hay personalidad.

Contaré los días y los tiempos, los momentos en que podrías llegar a ser quien no fuiste.

Luego la culpa. Tal vez no te quise suficiente. Comí algo que no debía, troté por el campo como una niña, bebí un sorbo de ese vino dulzón. Tal vez no hice lo que debía. ¿Y si rechacé sin saber? Preguntas que se agolpan en la mente como crías hambrientas. Junto a ese silencio cargado de incomprensión.

“Contaré los días y los tiempos, los momentos en que podrías llegar a ser quien no fuiste. “

Abrir el caparazón una vez, un instante, sacar la cabeza, gritar, se paró el latido y cerrar de nuevo. Descubrir entonces que hay más, que somos muchas, que un sinfín de mujeres pasó ya por eso y están ahí y sonríen y viven. Me susurran y confiesan que están aquí, que me acompañan.

Nadie enseña, nadie avisa, nadie nos prepara para esta posibilidad. Como si en lugar de ser real, fuera una eventualidad remota. No lo es. Está aquí y se queda. No se olvida. No se borra. No se aparta. Algún día, tal vez, dé un paso más y la supere, cuando esa idea mía llegue a ser un nombre con rostro y con cuerpo, cuando escuche esa confirmación tan leve y tan profunda, el corazón late, todavía late.

*foto de Aaron Burden

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9 Comments
  • Eugènia
    Posted at 12:39h, 13 març Respon

    Ufff un cop més tan ben descrit…transmets l’angoixa a uns nivells….

  • Berta
    Posted at 14:05h, 13 març Respon

    És així mateix! Que impactant reviure aquests sentiments…

  • Antoni Massague
    Posted at 17:37h, 14 març Respon

    Encara tinc el cor engoixat i estomag buit. Quina cruesa i a la vegada realitat a l’hora de expressar sentiments

  • Yolanda
    Posted at 19:50h, 14 març Respon

    Quina tristesa… el primer pargraf genial. Felicitats

  • Virginia
    Posted at 21:28h, 14 març Respon

    És llegir el que vaig sentir

  • Nuria Casabó Olivella
    Posted at 06:15h, 15 març Respon

    Mare meva Sandra quina angoixa que he passat quan ho he llegit!!

    • sandriblog
      Posted at 07:37h, 15 març Respon

      molts parleu d’angoixa, però la idea és empatitzar amb les dones que ho passen perquè moltes vegades aquesta manca de posar-se a la pell de, fa que no les comprenguem

  • Neus Quibus Gurri
    Posted at 21:57h, 15 març Respon

    Ting els ulls plens de llagrimas

  • Neus Quibus Gurri
    Posted at 23:40h, 15 març Respon

    Estic recordan al gran dolor k vaig sentí cuam ya no.va pugue se amb mi

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